LA BAILARINA

04.05.2015 19:56
Coloridas cintas colgantes, orladas por muchos andrajos,
¡Embadurnados con bestias y pájaros!
Silbidos y gritos, flautas y cornetas, fuelle y tambor,
Y el aullido de los músicos envueltos en vapor.
Allí una doncella tintinea frente al telón,
Se sacude al ritmo de las campanas y el gong,
Vestida de escarlata, azul, y un oropel milenario,
Bailaba y saltaba a lo largo del escenario.
 
Con su sombra sobre el lienzo colgante bailaba
Bajo un fulgor irregular, nacarado,
Miembros sinuosos, ondulantes, furiosos pies rasgados
Siguiendo el choque del címbalo y el estruendo de los metales.
La gracia pura de sus movimientos de niña
Hacían del espectáculo vulgar una obra divina,
Remojando mi pecho como una poción opiácea
De vino encantado.
 
Pero la sombra sobre el agitado fondo me estremeció,
Pues parecía un esqueleto espeluznante,
Y sus gestos y saltos desiguales me llenaron
Con un sueño de órbitas huecas,
Sonrisas de dientes negros y piernas esqueléticas,
-Fuegos húmedos de un rocío sepulcral-
Hasta que mi cerebro mareado, entumecido, hilado,
Se preguntó cuál de las dos era real.
(John Barlas)